Muy pocas veces vi llorar a Lulú, pero cuando llora se me parte el alma. Los ojos se le curvan para abajo y se le arruga la pera. Y no hay nada más antiestético que una pera arrugada, pero la de Lulú cuando está triste es como los anillos de un árbol: pareciera que cada arruga es una pena.
– Todo es una mierda–, me dijo el otro día.
Lulú es una entusiasta negativa. Porque aunque todo le parezca una mierda, ella igual se caga de risa. Por eso cuando llora me callo. Y ella tampoco habla. Se queda en silencio con la cabeza en alto. Lulú no baja la cabeza cuando llora, eso me llama la atención. Le cuesta dejar salir las lágrimas, es como si las estuviera pariendo una por una con dolor.
Nunca voy a saber qué la hace llorar, porque Lulú miente sin querer, al menos conmigo. O quizás ella tampoco sabe.
Lulú es tan linda cuando llora, pero cuando se caga de risa es mucho mejor.
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